Haciendo uso de diferentes medidas de la osamenta humana y profundizando en la tipificación de los diferentes rasgos que pueden componer cada una de las partes del rostro, se puso a hacer fichas de los que tenía enfrente: convictos y arrestados que pasaban por la oficina. .....Entre los datos que registraba exhaustivamente estaban el largo y ancho tanto de la cara como del cráneo, la dimensión de la oreja derecha, la planta del pie o la mano izquierda. Tenía un interés particular en la forma de las orejas.
Este primer empleo de la antropometría descriptiva en la investigación criminal se enriqueció con las posibilidades de un nuevo invento: la fotografía del individuo de frente y de perfil. Por no dejar también incluía las huellas de los dedos aunque desconfiaba de la dactiloscopia que por ese entonces también empezaba a desarrollarse.
Más adelante, se le ocurrió recortar de las fotos los rasgos de la cara que le parecían más distintivos. Con ello creó un pequeño archivo de ojos, narices, cejas, mentones y demás que, armados como rompecabezas, pudieran hacer más fácil que los testigos de un crimen recordaran el rostro del agresor. Le llamó Portrait-Parlé, y constituyó el primer sistema de construcción de retratos hablados que prescindía de la labor de un dibujante especializado.
Al principio no se le vio utilidad alguna a su trabajo pero, afortunadamente, pudo seguir cultivándolo sin descuidar sus obligaciones administrativas. Tras 3 años de empeño había logrado registrar en un archivo a 800 individuos involucrados en delitos violentos.
A partir de esta información hizo sus cálculos y determinó que la probabilidad de que hubiera dos personas que compartieran las mismas medidas antropométricas era de 1 en 4 millones, lo que en esa época era una barbaridad si consideramos que apenas empezaba la explosión demográfica.
Fue reconocido: su método se impuso en Francia y sus libros constituyeron puntas de lanza de muchas investigaciones alrededor del mundo, pero se topó con el negrito en el arroz y, más que sus logros, se empezaron a focalizar las imperfecciones de su método.
Este primer empleo de la antropometría descriptiva en la investigación criminal se enriqueció con las posibilidades de un nuevo invento: la fotografía del individuo de frente y de perfil. Por no dejar también incluía las huellas de los dedos aunque desconfiaba de la dactiloscopia que por ese entonces también empezaba a desarrollarse.
Más adelante, se le ocurrió recortar de las fotos los rasgos de la cara que le parecían más distintivos. Con ello creó un pequeño archivo de ojos, narices, cejas, mentones y demás que, armados como rompecabezas, pudieran hacer más fácil que los testigos de un crimen recordaran el rostro del agresor. Le llamó Portrait-Parlé, y constituyó el primer sistema de construcción de retratos hablados que prescindía de la labor de un dibujante especializado.
Al principio no se le vio utilidad alguna a su trabajo pero, afortunadamente, pudo seguir cultivándolo sin descuidar sus obligaciones administrativas. Tras 3 años de empeño había logrado registrar en un archivo a 800 individuos involucrados en delitos violentos.
A partir de esta información hizo sus cálculos y determinó que la probabilidad de que hubiera dos personas que compartieran las mismas medidas antropométricas era de 1 en 4 millones, lo que en esa época era una barbaridad si consideramos que apenas empezaba la explosión demográfica.
Fue reconocido: su método se impuso en Francia y sus libros constituyeron puntas de lanza de muchas investigaciones alrededor del mundo, pero se topó con el negrito en el arroz y, más que sus logros, se empezaron a focalizar las imperfecciones de su método.
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